Agustín del Prado, investigador del BC3: ¿Qué necesitamos para tener un escenario adecuado donde la ganadería sostenible sea uno de los pilares fundamentales a la hora de recuperar la España vaciada?

Agustín del Prado es un reputado investigador adscrito al Basque Centre for Climate Change. Se trata de un centro de investigación que aporta conocimiento científico a la toma de decisiones que tienen que ver con el cambio climático, facilitando sentido común y ciencia donde a veces los argumentos brillan por su ausencia. ¿Sabíais que el metano emitido por la ganadería desaparece en 12 años y el CO2 proveniente de la industria fósil permanece en la atmósfera cientos de años? Del Prado desmenuza en esta entrevista cuestiones relevantes sobre el cambio climático y  por qué debemos tener toda la información y no emitir opiniones dejándonos llevar por una cuestión de modas. Un botón como muestra, el vídeo con el se ilustra esta entrevista (realizado por el Basque Centre for Climate Change con motivo de la COP25) aclara gráficamente por qué los rumiantes no tienen la culpa del cambio climático.

 

 

¿Qué es el Basque Centre for Climate Change y cuáles son sus objetivos?

El Basque Centre for Climate Change, comúnmente también apodado “El BC3”, es un centro de investigación promovido por el Gobierno Vasco para el estudio de diferentes aspectos en relación a la problemática del Cambio Climático. Nuestro objetivo es contribuir estratégicamente a la producción de conocimiento relevante para la toma de decisiones, integrando las dimensiones ambientales y socioeconómicas del cambio climático. Trabajamos en diferentes ámbitos, desde la agricultura, el sector energético, la salud o los sistemas naturales.

 

 

Vamos a ir directos a grano: ¿Dejar de comer carne es la solución al cambio climático?

El aumento desproporcionado de los gases de efecto invernadero son los responsables de este cambio climático acelerado que estamos sufriendo y que ha sido ocasionado por la actividad humana  desde la revolución industrial. Como todo nuestro consumo, y esto no debiera hacernos llevar las manos a la cabeza, comer carne tiene asociados unos impactos en forma de gases de efecto invernadero. Así, si reducimos el consumo de carne, efectivamente podríamos estar disminuyendo nuestra huella en emisiones. Especialmente, si el consumo de carne que reducimos proviene de sistemas de producción más intensivas.

De todas aquellas opciones de estilos de pautas de vida, lo que decidamos comer o dejar de comer no es ni de lejos la acción que  mayor efecto tiene sobre el cambio climático. El aumento desproporcionado de los gases de efecto invernadero son los responsables de este cambio climático acelerado que estamos sufriendo y que ha sido ocasionado por la actividad humana  desde la revolución industrial.

Dicho esto, de todas aquellas opciones de estilos de pautas de vida, lo que decidamos comer o dejar de comer no es ni de lejos la acción que  mayor efecto tiene sobre el cambio climático. Para muestra un dato que ya he comentado en otros ámbitos: a nivel estatal, en 2018 se estimó el consumo medio de carne de aproximadamente 52 kg por persona según datos del Ministerio. Calculando las emisiones asociadas a ese consumo de carne, esta huella equivaldría a las emisiones de viajar unos 4000 km en coche o aproximadamente un vuelo de ida y vuelta en avión Bilbao-Málaga. Además, estos valores serían los máximos y no los más probables, que serían más bajos,  ya que normalmente la reducción en consumo de carne vendría generalmente  acompañada de un incremento en el consumo de otros alimentos que también originan un cierto nivel de emisiones.   

Y ante esta respuesta ¿cuál puede ser la solución real?

La única forma de frenar el cambio climático requiere una profunda transformación de la sociedad que le aleje lo más rápidamente posible de su dependencia de los combustibles fósiles. Por un lado, es clave el cambio energético hacia la producción de energía renovable, por otro lado, nuestras pautas de vida van a requerir cambios profundos en cuanto a nuestros hábitos de consumo, que son indiscutiblemente y profundamente insostenibles. 

 

Desde el sector se dice que la solución pasa por contar con el sector cárnico porque es parte de la solución, no del problema. ¿Qué opina usted?

Creo que hay parte de razón, y digo parte porque no todas las formas de producir carne son iguales. Cuanto más extensiva o más ligada al territorio la ganadería, ésta presenta un equilibrio mayor en cuanto a emisiones y sumideros de carbono, menores emisiones de combustibles fósiles y emisiones de óxido nitroso (menos fertilizantes y menor densidad ganadera). El ejemplo son los rumiantes en extensivo.

 

La única forma de frenar el cambio climático requiere una profunda transformación de la sociedad que le aleje lo más rápidamente posible de su dependencia de los combustibles fósiles.

 

Este tipo de ganadería si bien emite mucho metano (más que otros sistemas), tiene muchas oportunidades de utilizar el territorio y los pastizales  para capturar netamente CO2 en el suelo o en plantas de tipo leñoso y así compensar emisiones con sumideros de carbono. Todo depende de como se maneje el pastoreo por ejemplo. Además, sea más o menos extensiva la producción, existen estrategias a nivel de manejo a diferentes niveles en la explotación (Por  ejemplo, alimentación, purines, fertilizantes, densidad ganadera, etc…) que permiten reducir de forma ostensible las emisiones de gases de efecto invernadero.     

 

La ganadería en extensivo tiene muchas oportunidades de utilizar el territorio y los pastizales  para capturar netamente CO2 en el suelo o en plantas de tipo leñoso y así compensar emisiones con sumideros de carbono.

 

¿Lo estamos haciendo tan mal en España y en Europa para que se esté valorando poner un impuesto a la carne? Parece que nuestro sector sea el malo de la película…

En cierta manera creo que en parte respondo en la anterior pregunta. Hay mejores y peores formas de producir carne y algunas de ellas están ocasionando externalidades negativas medioambientales muy importantes. Aquellas producidas y concentradas en lugares donde no son capaces de absorber los impactos mediambientales negativos por ejemplo. Hablamos de gases de efecto invernadero que son un  problema global pero, por ejemplo, las emisiones de amoniaco son un problema muy importante de contaminación en zonas muy concentradas de granjas. A nivel satelital se pueden identificar ya estas zonas de grandes concentraciones de amoniaco en España y coinciden con aquellas áreas donde hay una excesiva acumulación de granjas de porcino industriales. Así, existe una idea detrás de estos impuestos en el que se intente vincular hacer pagar más al que contamina más.

 

Existe una idea detrás de estos impuestos en la que se intenta vincular hacer pagar más al que contamina más. Pero, el impuesto a la carne que estos días está saliendo a la prensa, está planteado con una metodología y valores inexactos. Se están utilizando como valor de referencia valores de huella de carbono estimado promedio  para el mundo y no se está contextualizando por países. La huella de carbono en el mundo es más elevada que la de cualquier país europeo… Y no se está contabilizando el potencial sumidero de carbón de los productos cárnicos provenientes de ganaderías ligadas al territorio.

 

De cualquier forma, el impuesto a la carne está planteado con una metodología y valores inexactos.  Primero, se están utilizando como valor de referencia, al menos en la información aparecida en prensa, valores de huella de carbono estimado promedio  para el mundo y no se está contextualizando por países. El promedio mundial de huella de carbono es mucho más alto que el calculado en cualquier país europeo. Además, no se está contabilizando el potencial sumidero de carbón de los productos cárnicos provenientes de ganaderías ligadas al territorio.  Se están usando las métricas erróneas para establecer el baremo de impacto sobre el cambio climático del producto en cuestión.

La  huella de carbono por kg de producto dice más bien poco cuando comparas alimentos con diferencias de valor nutricional tan grandes. La carne, nutricionalmente, es un producto mucho más denso que los productos vegetales y por tanto la comparativa entre vegetales y productos de origen animal en base a su peso o contenido energético no es pertinente. Lo más justo sería comparar las huellas de los alimentos en base a su valía nutricional (aminoácidos esenciales, vitaminas, etc.). Para ello, ya hay índices nutricionales desarrollados en el mundo académico, aunque aun no utilizados en la vida real, que engloban estas propiedades nutritivas en un sólo valor.  De cualquier forma, y esto lo he comentado en otros medios, de tener que poner un impuesto a algún alimento, yo recomiendaría utilizar criterios basados en valor nutricional, de modo que se reduzca el consumo de los alimentos menos saludables.

 

En cuanto a los valores que han aparecido en prensa sobre el impuesto, la carne nutricionalmente es un producto mucho más denso que los productos vegetales y por tanto la comparativa entre vegetales y productos de origen animal en base a su peso o contenido energético no es pertinente. Lo más justo sería comparar las huellas de los alimentos en base a su valía nutricional.

 

¿Todo el metano de las vacas contribuye al calentamiento global?

Las vacas producen grandes cantidades del gas metano, bien a través de los eructos o en la gestión de las deyecciones. Este metano tiene una vida muy corta (unos 12 años) y proviene del ciclo de carbono corto (del CO2 que ha absorbido el pasto por ejemplo por fotosínteis) a diferencia del CO2 que viene del uso de combustibles fósiles. Así, el metano tiene un poder de calentamiento muy alto en esos 12 años pero luego desaparece a diferencia del CO2 por ejemplo que dura cientos de años en la atmósfera. Así además de  la importancia de saber cuanto emiten las vacas de metano en un momento determinado, también influye para estimar su efecto sobre el calentamiento cuánto cambia esa tasa de emisión de metano  de año a año. 

 

El metano que emite la ganadería metano tiene una vida muy corta (unos 12 años) y proviene del ciclo de carbono corto (del CO2 que ha absorbido el pasto, por ejemplo, por fotosínteis) a diferencia del CO2, que viene del uso de combustibles fósiles, que dura cientos de años en la atmósfera.

 

Como consecuencia, si no aumentamos nuestra cabaña (o nuestra tasa de emisión de metano anual) no aumentaríamos más la concentración de metano en la atmósfera  y no estaríamos contribuyendo a calentar más la atmósfera, porque la cantidad que se emite se equilibra con la cantidad de metano que se destruye en la atmósfera.

Por el contrario, todas las emisiones de CO2 de origen fósil adicionan carbono y CO2 nuevo a la atmósfera constantemente, y esto es así incluso si redujéramos las emisiones de los combustibles fósiles ostensiblemente. Por eso es necesario, para dejar de calentar el planeta, una reducción drástica en emisiones de CO2, pero con una reducción modesta de emisiones de metano sería suficiente para no adicionar más calor en la atmósfera. Es un concepto árido y que a la gente le cuesta entender y que por ello hemos intentado ilustrarlo con el ejemplo de una bañera que representa la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

 

Si no aumentamos nuestra cabaña (o nuestra tasa de emisión de metano anual), no aumentaríamos más la concentración de metano en la atmósfera y no estaríamos contribuyendo a calentar más la atmósfera, porque la cantidad que se emite se equilibra con la cantidad de este gas que se destruye en la atmósfera.

 

En este vídeo (linkar sobre la imagen) mostramos ésta y otras ideas acerca de esta problemática del metano proveniente de los rumiantes:

 

 

 

Hace una semana entrevistábamos a Ganaderas en Red, un colectivo de mujeres ganaderas, muy activas en redes sociales. Nos decían «el ganado extensivo se alimenta de los recursos a su alcance y al mantener estos ecosistemas de alto valor natural se produce secuestro de carbono, que es positivo». Qué nos puede añadir en este aspecto.

Pues realmente darles toda la razón y apoyar desde mi posición con información basada en ciencia para que a nivel de consumidor y a través de las instituciones encargadas de regulaciones al respecto de la agricultura tengan muy en cuenta estos valores intrínsecos de la ganadería extensiva. Añadiría que este ganado en extensivo si está bien manejado (ajustando bien las densidades de animales) puede proporcionar muchas otras bondades, no solo relacionadas con el carbono, sino otros beneficios a nivel de biodiversidad florística, estética de paisaje, calidad nutricional de la carne en cuanto a perfil lipídico, bienestar animal, etc…Y sobre todo, beneficios de tipo social si la actividad es viable económicamente y cuida del bienestar de los y las ganader@s.

El ganado en extensivo si está bien manejado (ajustando bien las densidades de animales) puede proporcionar muchas otras bondades, no solo relacionadas con el carbono, sino otros beneficios a nivel de biodiversidad florística, estética de paisaje, calidad nutricional de la carne en cuanto a perfil lipídico, bienestar animal, etc.

 

¿Sin ganadería, qué hacemos con la vida rural y la denominada España vaciada?

Yo me planteo la mismas pregunta y no obtengo respuesta. Realmente creo que la pregunta hay que reorientarla: ¿Qué necesitamos para tener un escenario adecuado donde la ganadería sostenible sea uno de los pilares fundamentales a la hora de recuperar la España vaciada?

Pongámonos un reto. ¿A quién le gustaría que entrevistáramos en esta sección?

Pongamos a Lucía López Marco (Mallata). 

Colaboradores